El hombre bala ya no vuela
Por Natalia Cisterna
La semana pasada, en un programa de televisión de entretenimiento, uno de los colaboradores hizo mención al último “hombre bala” español. Entre risas y con ironía, lo expuso como el arma perfecta que España podía poner al servicio de conflictos bélicos.
Más allá del chiste, como curiosa patológica que soy y porque estoy inmersa en un proceso de investigación sobre ocio y entretenimiento, decidí explorar más sobre la figura del hombre bala.
¿Cuándo surgió ? ¿Por qué? ¿Quién fue el primero? ¿A qué contexto social, político, económico respondía?
La sorpresa me la llevé nada más empezar la búsqueda, cuando supe que el primer ser humano convertido en “hombre bala” fue una mujer. Se llamaba Rossa Matilda Richter y era conocida como "Zazel" . Fue lanzada por primera vez en 1877 desde un cañón de resorte en un espectáculo del circo del empresario P.T. Barnum. Zazel tenía entonces catorce años.
Aquel día en el que esta adolescente salió disparada de ese cañón, marcó el inicio de una nueva era de la acrobacia, pero también del entretenimiento.
En aquella época, desprovista de las distracciones de los medios modernos, el valor del entretenimiento radicaba en la exposición real (o percibida) al riesgo. La posibilidad, aunque remota, de un fallo catastrófico, disparaba la adrenalina de un público atraído por lo peligroso, lo extremo. La participación emocional era intensa y se producía una especie de catarsis colectiva que florecía al ver a un ser humano desafiar la muerte y superar ese desafío.
Pero el espectáculo del “hombre bala” también tuvo éxito porque estaba profundamente conectado con el imaginario del s.XIX. Las máquinas, la ingeniería y la capacidad de la humanidad para dominar la naturaleza (y todo lo demás) fascinaban a la sociedad. Progreso tecnológico y fervor industrial eran el contexto perfecto para un titular, también perfecto, que se publicaba a bombo y platillo en los medios de la época generando una gran expectación y asegurando la afluencia de la masa.
P. T. Barnum convirtió al hombre bala en un símbolo cultural porque entendió el poder del sensacionalismo y porque supo leer el tiempo en el que vivía. El hombre bala era un ejemplo crudo de cómo la audacia, pero también el morbo y las emociones, podían ser monetizadas. Una lección que aprendimos entonces y que nunca hemos olvidado
Fuente: Bruce Adams
Lo que sí olvidamos y cabe destacar, es que el hombre bala ofrecía un estímulo concreto y sorprendente. Era un punto culminante, un momento de clímax en un espectáculo que contenía otras facetas, pero que convertía la experiencia conjunta en algo memorable.
Sin embargo, hoy la industria del entretenimiento se rige por la sobrecarga sensorial. Constantemente somos bombardeados con efectos especiales cada vez más elaborados, narrativas trepidantes y una avalancha de contenido diseñado para captar y retener nuestra atención en un mercado más que saturado.
No nos damos cuenta de que la constante búsqueda de “la gran cosa” genera justamente, el efecto contrario: la desensibilización.
Fuente: El Diario.es
Otra lección que hemos olvidado es que aquel entretenimiento, el que nos ofrecía el circo, era una experiencia comunitaria (no únicamente colectiva). Había una dimensión social inherente al entretenimiento que fomentaba la interacción y el debate. Era un “disparo” que trascendía la carpa.
Actualmente , aunque la esencia de la búsqueda de entretenimiento perdura, sus formas y consecuencias han mutado y los “disparos” que nos ofrece la industria, apenas son capaces de trascender el gesto de un pulgar sobre la pantalla.
Las plataformas de streaming, los videojuegos, las redes sociales y los contenidos personalizados nos sumergen en burbujas de ocio donde la interacción humana se reduce a comentarios en línea o "likes". Hemos ganado en inmediatez y personalización, pero en mi opinión, hemos perdido la riqueza de la experiencia compartida y la formación de comunidades en torno al asombro colectivo.
Sí, seguro que ahora estás pensando en la cantidad abrumadora de conciertos y festivales que hay en nuestro país. Claro que hay encuentros masivos, pero…¿Cuántos de ellos generan una verdadera comunidad? ¿Cuántos son experiencias únicas y memorables?
Lo que está claro es que el "hombre bala" ya no vuela.
Bueno, sí, nos queda el último, aquel que mencionaban en el programa de televisión. Se llama Kevin Dola.
Kevin Dola. Fuente: El Mundo.